Partimos de algunas cuestiones que son en parte limitativas a la hora de presentar los posibles servicios de un analista. Una de ellas es el propio concepto de “Inteligencia”, históricamente ligado a los servicios de inteligencia. El propio Glosario de Inteligencia define este concepto como “el producto que resulta de la evaluación, la integración, el análisis y la interpretación de la información reunida por un servicio de inteligencia. Visión tradicional que se va desmoronando poco a poco mediante la incorporación del concepto a ámbitos de la empresa. Otras limitaciones derivan del mismo uso peyorativo que asocia esa posible función a lo secreto, al espionaje, y …al vodka con martini “shaken, not stirred”.

Pero también es habitual encontrar el concepto inteligencia, por obra y gracia de Goleman (bueno, y de otros previos que no lo supieron vender tanto) ligado al adjetivo “emocional”. Hasta aquí llega la cultura popular y general sobre lo que sería inteligencia, además de su calificación como una posible destacable cualidad del intelecto.

El  Glosario de Inteligencia citado incurre en una contradicción al señalar que un Analista de Inteligencia es “un especialista en la valoración, la integración, el análisis y la interpretación de información para su conversión en conocimiento”. En puridad, debería haber añadido “…para su conversión en conocimiento en/para un servicio de inteligencia”. La limitación señalada en la definición de Inteligencia no se traslada a la definición del Analista de Inteligencia.

Evidentemente me quedo con la opción más abierta. Profesores y expertos del ámbito académico señalan, y personalmente estoy de acuerdo, que la inteligencia tiene múltiples caras, entre ellas su consideración como una disciplina específica, con su metodología, sus técnicas, sus herramietas. Otras dos caras han sido ya enunciadas, la que asocia el concepto a los servicios de inteligencia, y la inteligencia como un producto (en general materializada en un informe orientado a un fin). Otra dimensión sería la inteligencia como un proceso, que se basa en un discutible ciclo de inteligencia (flexible y adaptable a las condiciones de cada unidad de análisis y las necesidades y objetivos de la misma).

En definitiva, la inteligencia sería un proceso de obtención, gestión y análisis de la información que tiene como objetivo generar conocimiento para apoyar la toma de decisiones. Es en ese apoyo a la toma de decisiones, y a la solución de problemas, donde tiene valor y ello es a su vez lo que caracteriza la función del analista. En este sentido es un proceso especializado de gestión del conocimiento.

Para lograr ese apoyo a la toma de decisiones, a la solución de problemas, en un mundo que cambia a velocidad de vértigo, donde nada es lo que parece, en el cual los procesos de desinformación y manipulación son continuos, y donde la disponibilidad de información oportuna en tiempo y lugar se traduce en millones de dólares,…es preciso contar con especialistas que aúnen una formación general de base, unos conocimientos específicos sobre la gestión de la información, y unas habilidades que en muchos casos son entrenables. Ya hemos comentado bastante estos temas en este blog, y seguiremos insistiendo en esa línea. Porque lo que aporta valor no es la información, tenemos toneladas, sino el proceso al que se somete mediante el conocimiento y experiencia de un analista. Ni siquiera la tecnología garantiza el producto inteligente.

Un analista de inteligencia, por tanto, debe tener conocimientos en todo ese proceso de gestión del conocimiento o ciclo de inteligencia. Una metodología. Unas técnicas. Unas herramientas. Pero ello por sí mismo no garantiza la calidad del producto. Es  preciso disponer de unas habilidades de pensamiento (crítico, lógico, sistémico, práctico, creativo,..), de comunicación (sobre todo escrita, pero también verbal, empatía), otras psicolaborales (asertividad, seguridad, gestión del tiempo, inteligencia emocional), y otras ligadas a la captación de la información (memoria, percepción, escucha activa, concentración). Dejamos a un lado la cuestión, importante sin duda, de las actitudes. Al igual que otras cuestiones formativas como conocimiento informático, idiomas, etc.

¿Y con ésto que hacemos? Voy a señalar algunas posibles utilidades de un Analista:

– En la Administración Pública: Gabinetes, asesores, unidades de gestión estratégica, órganos de coordinación, centros de estudios, centros de documentación, centros de análisis, centros de prospectiva, unidades de gestión de crisis, unidades de inteligencia policial (un día abordaré la caída del muro que separa/separaba la actividad de la inteligencia clásica de la acción policial en servicios de información), observatorios. En todo caso, siempre que sea preciso apoyar a la toma de decisiones.

– En el ámbito de la empresa: unidades de inteligencia (pongamos el nombre que queramos), departamentos de comunicación (por ejemplo para gestión de crisis informativa, o para la comunicación on-line en un nivel más avanzado y diferente a la figura del community manager), departamentos de marketing (estudio de mercados), departamentos de gestión estratégica, unidades o grupos de staff o asesoramiento, departamentos jurídicos (aprovechamiento de las oportunidades o agujeros existentes en la normativa), estudios de benchmarking, departamentos de análisis y estudios, unidades de prospectiva, departamentos de seguridad, empresas de seguridad privada (protección de personas, de instalaciones, de operaciones civiles, de ONG´s,..detectives,…), empresas de inteligencia.

Una característica: transversalidad, aunque siempre apoyada por la formación de origen del analista (entendemos la formación en analista como unos estudios de postgrado, no asociados a una titulación definida de origen). Y generalista en su visión, aunque su función pueda ser especializada

Una profesión no demasiado conocida, quizás tampoco demasiado valorada, y que precisa ir perfilándose y definiendo su espacio.

Tomado de SEGURINT